Las encuestas realizadas antes de las elecciones aseguraban que el gran triunfador de éstas sería el abstencionismo. Sin embargo, no alcanzaron a prever que la verdadera victoria sería para el Partido Revolucionario Institucional, ni siquiera las propias autoridades electorales del PRI llegaron a imaginarse que su victoria sería tan rotunda y se quedarían con el pastel casi entero. Aunque aún estaban pendientes los cómputos finales de las elecciones, al día de hoy estaba claro que el PRI era el vencedor de las elecciones de diputados, gubernaturas y alcaldías. Se convirtió en la primera fuerza del Congreso, con 35.8% de los sufragios y conquistó las gubernaturas de Nuevo León, Querétaro, Campeche, San Luis Potosí y Colima. Para la noche del jueves 9 de julio el "voto blanco" o anulado llegaba a 5.4%, colocado en el quinto lugar de las preferencias después del Partido Verde Ecologista de México, que contabilizaba un significativo 6.45%. El análisis de la situación no es sencillo, como tampoco lo es la previsión de lo que ocurrirá en la escena política en los tres años que vienen. Sin embargo, hay una duda central. ¿Cuál será la actitud del PRI ahora que ha recuperado esos espacios de poder? ¿Habrá asimilado las lecciones de los años recientes cuando fue fuerza de oposición? ¿Regresará a sus viejas prácticas de antes? Esa es, sin duda, la gran pregunta abierta cuya respuesta iremos conociendo poco a poco. Deseamos, para empezar, que los funcionarios electos del partido aprovechen la enorme oportunidad histórica que tienen por delante.
viernes, 10 de julio de 2009
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